4˚ Domingo de Pascua
Primera Lectura
Hechos 9:36-43
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
Por aquel tiempo había en la ciudad de Jope una creyente llamada Tabitá, que en griego significa Dorcas. Esta mujer pasaba su vida haciendo el bien y ayudando a los necesitados. Por aquellos días, Dorcas enfermó y murió. Su cuerpo, después de haber sido lavado, fue puesto en un cuarto del piso alto. Jope estaba cerca de Lida, donde Pedro se encontraba; y como los creyentes supieron que estaba allí, mandaron dos hombres a decirle: «Venga usted a Jope sin demora.»
Y Pedro se fue con ellos. Cuando llegó, lo llevaron al cuarto donde estaba el cuerpo; y todas las viudas, llorando, rodearon a Pedro y le mostraron los vestidos y túnicas que Dorcas había hecho cuando aún vivía. Pedro los hizo salir a todos, y se arrodilló y oró; luego, mirando a la muerta, dijo: —¡Tabitá, levántate!
Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se sentó. Él la tomó de la mano y la levantó; luego llamó a los creyentes y a las viudas, y la presentó viva. Esto se supo en toda la ciudad de Jope, y muchos creyeron en el Señor. Pedro se quedó varios días en la ciudad, en casa de un curtidor que se llamaba Simón.
Palabra del Señor.
Demos gracias a Dios.
Salmo 23
1 El Señor es mi pastor; *
nada me faltará.
2 En verdes pastos me hace yacer; *
me conduce hacia aguas tranquilas.
3 Aviva mi alma *
y me guía por sendas seguras por amor de su Nombre.
4 Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; *
porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento.
5 Aderezarás mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; *
unges mi cabeza con óleo; mi copa está rebosando.
6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán
todos los días de mi vida, *
y en la casa del Señor moraré por largos días.
La Epístola
Lectura del libro de la Revelación a San Juan 7:9-17
Miré y vi una gran multitud de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. Estaban en pie delante del trono y delante del Cordero, y eran tantos que nadie podía contarlos. Iban vestidos de blanco y llevaban palmas en las manos. Todos gritaban con fuerte voz:
«¡La salvación se debe a nuestro Dios
que está sentado en el trono,
y al Cordero!»
Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se inclinaron delante del trono hasta tocar el suelo con la frente, y adoraron a Dios diciendo:
«¡Amén!
La alabanza, la gloria,
la sabiduría, la gratitud,
el honor, el poder y la fuerza
sean dados a nuestro Dios por todos los siglos.
¡Amén!»
Entonces uno de los ancianos me preguntó: «¿Quiénes son estos que están vestidos de blanco, y de dónde han venido?» «Tú lo sabes, señor», le contesté. Y él me dijo: «Éstos son los que han pasado por la gran tribulación, los que han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero.
»Por eso están delante del trono de Dios,
y día y noche le sirven en su templo.
El que está sentado en el trono
los protegerá con su presencia.
Ya no sufrirán hambre ni sed,
ni los quemará el sol,
ni el calor los molestará;
porque el Cordero, que está en medio del trono,
será su pastor
y los guiará a manantiales de aguas de vida,
y Dios secará toda lágrima de sus ojos.»
Palabra del Señor.
Demos gracias a Dios.